Huir de la tristeza

Ayer revisité el Decamerón de Boccaccio, del que al cabo de los años recordaba muy poco, apenas la premisa y algo de su estructura: diez jóvenes burgueses y urbanitas –siete mujeres y tres hombres– se van a una casa de campo escapando de la peste que ha matado a la mitad de los habitantes de Florencia en el verano de 1348 y ha sumido en el caos a la ciudad, de tal modo que los que siguen vivos optan o por un confinamiento estricto, haciendo una vida contenida y una dieta frugal, o por el hedonismo salvaje, actuando con el convencimiento de que no hay un mañana y con la impunidad del que sabe que ya no queda una autoridad en pie que pueda restringir sus bacanales.

Este grupo de diez jóvenes se refugia en una mansión rural, apartada de los caminos y en lo alto de una colina, con una bodega llena de vinos y con la casa llena de las flores que en esa época dan los bellos jardines que les rodean. La mayor preocupación de Pampínea, la lideresa del grupo, es organizar el entretenimiento durante ese confinamiento entre amigos, de tal manera que la convivencia sea sostenible y siempre agradable: se trata fundamentalmente de no caer en los excesos de la gula o la lujuria, de no perder el honor en unas circunstancias de descontrol que permiten las mayores licencias, de no ceder a impulsos que los eleven rápidamente a la cima del placer para precipitarles después a los abismos.

La estructuración del ocio es lo que va a permitir a estos urbanitas tan acostumbrados a la vida en sociedad a hacer frente a las soledades de la pandemia, para poder mantenerse en su huida no ya de la muerte, sino de la tristeza.

Hubo un tratado con consejos sobre la peste del médico más famoso de la zona en aquella época, Tomasso del Garbo, que acabo de ver recopilados junto a consejos de otros médicos que presenciaron otras pandemias, como Marsilio Ficino. Por lo que veo en algún artículo, en este tratado Garbo da algunos consejos perogrullescos a quienes han de enfrentarse a la peste, como por ejemplo, no acercarse demasiado a los supurantes enfermos, algunas recetas que hoy parecerían absurdas, unas cuantas recomendaciones de vinos para mantenerse sanos, y lo que me ha parecido más interesante y plenamente vigente, algunos consejos psicológicos para mantener el ánimo. Garbo nos aconseja dirigir la imaginación y el pensamiento: «i pensieri sieno sopra cose dilettevoli e piacevoli» (los pensamientos deben ser sobre cosas deleitantes y placenteras). En una nota a pie de página en la edición del Decamerón de Austral, nos explican que Pampínea, la lideresa de este grupo desarrolla los consejos que Garbo daba y dejó por escrito:

Estaría bien poder acceder a todos estos consejos psicológicos de quienes se enfrentaron a peores pandemias con menos armas que nosotros, pero no los encuentro más que en italiano de la época en el libro escaneado de Harvard cuyo vínculo tenéis más arriba. Para sobrevivir Garbo aconseja –y Boccaccio insiste en ello con este libro– buscar un círculo íntimo de amigos alegres donde fluya la conversación y donde podemos escapar de un confinamiento a través de la narrativa, contando historias y cantando canciones.

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