Hoy he recibido un bofeton mental al ver este cartel de un siniestro perro-huella-dactilar en un autobús de la EMT. Por un momento pensé que era un tema detectivesco por eso del perro y la huella, pero el nombre que acompañaba al logo no daba lugar a confusión: Cremascota. Se trata -el sagaz lector lo habrá deducido- de un crematorio de mascotas. No me puedo imaginar un sitio más triste para una despedida: «abuela, vamos a Cremascota, ahí podrás despedir a Fufi como Dios manda».
Cremascota es un inoportuno hallazgo del lenguaje, casi tanto como lo sería por ejemplo «Gitanatorio, el tanatorio calorro» o «TanatOrio, el tanatorio de Orio…» El humor involuntario del nombre queda atenuado por la tristeza que transmite el logo, y eso que no es difícil hacer algo cálido y tierno con la imagen de un perro. Pero está claro, aquí se viene a llorar.
Al buscarlo en internet compruebo que ni siquiera es un hallazgo original de una mente única, por lo vista hay otro genio del lenguaje que ha llegado a este mismo nombre, en Monterrey, y que además ha superado al logo de la empresa tocaya, con esa imagen beatífica de un perro al que veremos de nuevo en el cielo (perdonen por la baja resolución).
mola el gitanatorio, aunque está lleno de gitanos
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el gitanatorio es la respuesta heteropatriarcal a nuestro sistema racista
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