
Acabo de volver de ver esta obra de teatro, “No todo el mundo puede ser un huérfano” de la compañía francesa Les chiens de Navarre, descendientes de la pata del mismísimo Alfred Jarry. En el Canal, está hasta el domingo solamente. Podría hacer una inmensa nube de tags, empezando por hilarante (se confirma que los franceses tienen sentido del humor), perturbadora, viscosa, extrema, delirante, familiar, escatológica, absurda, costumbrista, navideña, metalingüística, geriátrica, nudista, repulsiva, incestuosa, tierna y aquí dejo caer un largo etcétera en el que caben muchas cosas terribles. Ni siquiera sé responderme a si me ha gustado, no es esa la pregunta que a uno le hace, solo sé que me vuelvo con una seria pedrada entre los ojos, y con urgencia de hacer teatro. Hay obras que le infunden a uno ganas de hacer. Esta es para amantes de las sensaciones fuertes, ya no se puede epatar al burgués, pero está bien recordar que alguna vez hubo quien lo intentó por todos los medios, y estos chiens de Navarre no escatiman en nada: hay pedos sonoros, fragmentos de Eurípides, pañales adultos rebosantes, villancicos y boleros, sangre y sierras eléctricas, no digo más. Teatro que no imita en sus recursos narrativos a la ficción de la pantalla, sino que nos muestra otro lenguaje radical que solo nos da lo que acontece irrepetiblemente y de manera presencial frente a nosotros.