Cualquier cosa que se hace con cebolla, casi siempre puede solucionarse con un puerro y convertirse en una variante de la receta que a veces incluso supera a la canónica versión cebollera.
Como a la rosa de JRJ, al puerro se le podría decir “no lo toques ya más, que así es el puerro”, y es que no necesita nada. Un puerro confitado o al vapor, con un poco de sal, puede ser un manjar –mención especial al prodigioso puerro al desnudo de Nudista que bien vale un peregrinaje o un pedido.
Hoy además he descubierto que el puerro ofrece posibilidades más allá de la cocina: sirve como metáfora.
Boccaccio dice en el Decamerón sobre sí mismo: “Y quien contra mi edad va hablando muestra que mal conoce que aunque el puerro tiene la cabeza blanca la cola la tiene verde”.