Veinte días después de la gran nevada aún se deshacen en el barrio los últimos icebergs varados en el asfalto, y parecen ya un vertido que alguien ha vaciado con nocturnidad desde un camión frigorífico de transporte de pescados. No queda nada de esa alucinación que fue la gran nevada, que por una noche purificó con su blancura perfecta toda la ciudad. Miro estos montones sucios y pienso Mais où sont les neiges d’antan!