Mañanita de domingo
voy a hacerte arroz con liebre
y te traigo un buen vermú
que te va a dejar alegre
Entraré en el cementerio
a robarte un par de rosas
que a los muertos no les sirve
lo que pongan en sus losas.
Nos daremos veinte besos,
siete abrazos y una siesta,
y en cuanto te despiertes
volverá a empezar la fiesta.
Abro el ojo, son las seis,
se me está escapando el día,
y tú sigues en la cama
quizá sueñes todavía,
yo estoy viendo ya mi lunes
y toda mi vida entera:
la semana que se fue,
es como la que me espera.
Apágame este fuego frío
que dentro de mi pecho arde
consumiéndome de hastío
el domingo por la tarde