
La foto no es muy buena, pero es divertida. Aquí se libra la batalla final del postureo: la del abrigo de escritor. Uno puede escribir más novelas que Baroja, que no tiene credibilidad ninguna hasta que no tenga un abrigo idiosincrásico que le confiera no sólo un camuflaje ante su propia deformidad, sino una distinción como flâneur para pasearse entre masas de transeúntes con la vana ilusión de no fundirse en ellas. Viene a ser este abrigo algo así como la capa del superhéroe. Aquí tenemos cuatro abrigos singulares, Laura Riñón lleva un jubón con botonadura y apertura para brazos, Joshua Cohen lleva un abrigo de astracán negro con cuello de visón comprado a un talibán en Afganistan con bitcoins, yo llevo un tabardo de ante estilo Zebulon Macahan heredado de mi padre y Santi Isla lleva un plumífero negro mate con cremallera blanca y un acolchado en bulto redondo que es más bien un acojinado, no se aprecia bien aquí, pero realmente no es otro plumas más. Basta ver esta foto mala para entender por qué Joshua Cohen ha entrado en el canon de Harold Bloom y Philip Roth le dejó su silla en el testamento, tiene el abrigo de escritor definitivo, ese que provoca que todo el mundo pregunte por él y obtenga una gran anécdota como respuesta: el abrigo viene con relato. Hay que agradecerle a la editorial De Conatus por traernos a autores vivos del parnaso americano para que podamos acariciar la suavidad de sus pieles de astracán y leer sus novelas de paso.
Sobre abrigos de escritores tiene unas fantásticas memorias el escritor y filólogo Juan Luis Conde, titulado “El abrigo de Thomas Mann” en el que Conde narra cómo se hizo con el abrigo de Mann en Alemania, donde fue alumno del hijo de Thomas Mann. El abrigo más célebre de la literatura es en todo caso aquel del que habla Gogol en su cuento más famoso, traducido a veces como “El abrigo” y otras como “El capote”, que es todo un hito en la historia de la literatura.
Muy bueno. Dice Groucho en su libro Groucho y yo: «ahora me voy a hacer escritor, ya me he comprado una chaqueta con coderas»…
Así que tienes el abrigo pero te falta la americana con refuerzos en los codos.
Un saludo
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Imprescindibles las coderas
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Te escribo con nocturnidad y alevosía porque me da apuro pedir favores. Quiero que leas mi primer poemario y me saques de dudas. Tengo 48 años y hago versos más que nada para amigos y conocidos, una boda, para que alguien se lo regale a su madre, o incluso para publicitar el negocio de un amigo. Pero el año pasado fui accésit de un certamen literario y me vi publicado, mi vanidad se disparó, junté unos poemas y los mandé a alguna editorial pensando que me los quitarían de las manos, pero no ha sido así. Me gustaría saber tu opinión, sé que es un atraco y que todo el mundo está muy liado, por eso no me importa si dices que no, lo entiendo perfectamente, pues no me conoces y seguro que tienes mejores cosas que hacer. Seguiré igual, leyendo tu blog y no pasa nada. Un saludo
Ah, es un poemario clásico con sonetos, décimas…, aunque creo que esto lo empeora pues te parecerá un tostón, y a lo mejor tienes razón (rima y todo, si es que no puedo evitarlo).
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si te enseño todo lo que me tengo que leer de la gente que conozco…
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Lo entiendo perfectamente, gracias de todos modos. Por aquí seguiré leyendo tus articulos en tu blog. Un abrazo
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Y me hice escritor. Me cosí parches de cuero en el codo de todas las americanas, cambié los cigarros por una pipa, y empecé a decorar mis frases con palabras como «cacofónico» y «consanguinidad». Del libro Camas, de Groucho Marx, y no del libro Groucho y yo, como escribí en mi primer comentario.
Saludos.
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Es la edad, que está uno mayor y sabe que lo ha leído pero no dónde
Abrazos
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