Sea cual sea el resultado final del juicio a los activistas y políticos catalanes presos e imputados, creo que lo más sensato y lo más útil para los intereses compartidos de los españoles (es decir, el conjunto de ciudadanos con un DNI español, para que me entiendan), es un indulto. Estos presos representan el sentir y la voluntad de más de dos millones de personas, y es absurdo pensar que más de dos millones de personas están enajenadas, engañadas y merecen un castigo colectivo. Confieso que me resulta fácil entenderles. A mí me pasó una vez algo parecido, con 16 años. En casa me pusieron lentejas de cenar un miércoles, y yo dije que no me gustaban las lentejas y que quería otra cosa. Apelé al conocido dicho de “si quieres la comes y si no las dejas”. Mi padre que venía ya calentito de las muchas provocaciones a las que le sometía, me dijo que si no quería lo que había para cenar en casa, que me fuera. Entonces me levanté y me fui por la puerta de casa. De repente estaba en la calle y no sabía qué hacer ni dónde ir, pero sabía que me tenía que mantener firme en mi decisión de no comer lentejas.
Terminé caminando toda la noche sin rumbo cierto, fui desde Aravaca hasta Moncloa, y dormí bajo el siniestro arco del triunfo franquista. Me desperté poco antes de que el sol saliera y me pregunté qué haría ese día, el primer día de mi independencia. Al cabo de unos minutos frente al vértigo de la libertad, decidí caminar de vuelta hasta Aravaca para ir al colegio, como cada mañana, pues pensé que aunque me había escapado de casa, no podía comprometer mi futuro académico ausentándome de clase. Después del colegio, consideré si seguir viviendo en la calle (pero asistiendo al colegio por las mañanas) o volver a casa. Sucio y muerto de hambre, terminé por volver a casa. Según abrí la puerta mi padre me dio un bofetón que fue más un acto reflejo que algo meditado. Merecido, por mucho que el buenismo imperante legisle contra este tipo de golpes de autoridad. No lo volví a hacer más, entendí que se me había ido la olla y lo de quedarme en la calle me dio mucho respeto a partir de entonces.
Intuyo que a los indepes les ha pasado exactamente lo mismo que me pasó a mí. Decidieron que no querían lentejas, se plantaron, dijeron que se iban de casa y no supieron dónde ir, y finalmente se llevaron un guantazo por parte de una autoridad que actuaba improvisadamente ante un hecho inédito. También creo que después de este engorilamiento colectivo muchos indepes han aprendido que las cosas quizás se puedan hacer de otra manera, ERC por lo menos parece que ha extraído esa enseñanza y por lo que muestran las encuestas probablemente sea el sentir más extendido.
Creo que el conjunto de partidos constitucionalistas (PP, PSOE y Cs) deben unirse para hacer un gesto magnánimo, por mucho que les cueste a los más recalcitrantes, aquellos que saben que se gana más votos cabalgando a lomos del caballo de Santiago Matamoros. El Estado, a pesar de la palabrería incendiaria de los indepes, ya ha hecho valer su capacidad coercitiva, ha metido en la cárcel a todos los instigadores o los ha hecho exiliarse. Estamos en una coyuntura perfecta para ofrecer un trato muy sencillo y muy necesario: un indulto a los políticos presos y a los imputados, sin humillarles, sin pedirles arrepentimiento ni que renuncien a sus ideas, pero a cambio exigiendo lo siguiente: respeto al marco legal vigente (Constitución y Estatut), respeto a los jueces, lealtad institucional, neutralidad de las instituciones (eso incluye educación y medios públicos). No es mucho pedir, no es una derrota ni una claudicación, tan sólo se trata de fijar unas reglas de juego compartidas, unos árbitros reconocidos por ambas partes y un espacio público neutral donde todos puedan sentirse acogidos. Hace falta un gesto así para reparar el inmenso error para la causa española de haber reprimido a porrazos aquel folclórico simulacro de referéndum, al que simplemente bastaba con haber ignorado primero, y después haber perseguido a los organizadores por malversar, desobecer, prevaricar y lo que hiciera falta.
Este es a mi juicio el trato que el Estado Español y los partidos que se llaman “constitucionalistas” deberían ofrecer a los indepes para poder salir de este atolladero. Deberíamos verlo como una oportunidad. Es un trato generoso que costará mucho explicar a la opinión pública fuera de Cataluña, y que solo podrá ser aceptado si es transversal y no sólo un ofrecimiento de la izquierda (PSOE y Podemos). Tratar de convencer a los españoles sobre la oportunidad que representa un pacto así es lo que se espera de un político de altura. Pero ese discurso solo se puede hacer presentando con firmeza las consecuencias que tendría para los independentistas el no aceptarlo o incumplirlo: un 155 inmisericorde e indifinido, con tanquetas si hace falta.
Admirado Jacobo:
Sabiendo cual es la diferencia entre la nación (los vecinos) y el estado (El énte burocrático que tiene el monopolio legal de la violencia). Y sabiendo que, para que exista una constitución es imprescindible la separación entre la nación y el estado:
En España no hay constitución (Ver la declaración de los derechos del hombre, promulgada en Francia.) puesto que no hay separación entre la nación y el estado. Solo hay estado.
Los autoproclamados constitucionalistas, no son más que una parte del estado, al igual que los que se autoproclaman nacionalistas. Por lo que no es cierto que ésa facción del estado represente a un numero x de vecinos (muy ignorantes y siervos voluntarios).
La nación Española fue secuestrada y sometida por el estado el día que el general Franco gano la guerra civil. Y desde el año 1975, lo que hay en España es un estado totalitario, continuación del estado totalitario franquista, que ha secuestrado, sometido y explotado a la nación española con el concurso de los medios de comunicación, que se han convertido en medios de ocultación de la verdad y medios de propaganda totalitaria del estado, cuyo fin último es el sosten ideologico de la barbarie autoritaria. Hasta tal punto, que parece cierto que sean los vecinos catalanes o vascos quienes han elegido la senda de la secesión -Una mentira repetida continuamente equivale a la verdad, pero no es la verdad-
Y para quienes aseguran que existen varias verdades o que no existe la verdad, estan las palabras de Antonio Machado en su libro Juan de Mairena: «…consideran que tal afirmación es la verdad única, contradiciendose a si mismo».
Por último, la ley, o es para todos o no es ley. Claro que en este regimen podrido la ley está para los enemigos. Para los amigos, la indulgencia.
Me gustaMe gusta