Tiene mi sombra un ojal
de donde cuelga prendida
tu ausencia como un puñal
que empieza a olvidar su herida.
Por eso pido a esta noche,
que me eche mi sombra encima,
y que el punzón de su broche
llegue al fondo de mi sima,
que por fin se clave a un suelo
y me libre del temor,
a perder el mal consuelo
de encontrarte en el dolor.