La azarosa vida de la vecina animalista, saturada de propósitos. Está rescatando un gatito que se ha metido en las tripas de un coche y no quiere salir. Lleva literalmente dos horas tirada en el suelo, inspeccionando un coche ajeno, con el ánimo de un bombero que quiere rescatar a un bebé de los escombros de un terremoto. Una manzana más abajo unos ancianos miran horas y horas las obras de un solar, en la soledad más inexpugnable. Solo nos aplicamos en salvar a los que no quieren ser salvados, me digo a mi mismo.