
La primera vez que fui a presentar mi libro en un lugar donde no conocía a nadie y no podía confiar en tías, primos y la cuadrilla para rellenar aforo fue en la librería Cronopios de Santiago, con @senhoradeprovincias, @xpgigirey y @xoantallon, a los que jamás había visto. Iba ilusionado y algo aterrado, pensando que no vendría nadie a la presentación. Hasta entonces jamás me había pasado eso de que a un completo desconocido le pudiera interesar lo que pudiera decir (a los conocidos les interesa cada vez menos, quizás de manera beneficiosa para la inflamación de mi ego). Acabamos unos cuantos tomando vinos y contando historias escatológicas de urgencias en el baño cada vez más sórdidas e inconfesables, y allí empezó este booktour demencial que me ha llevado por media España, me ha abierto las mentes -y hasta las cocinas- de muchos lectores y me ha permitido sorprenderme con tantas personas y lugares que desde Madrid, donde tendemos a mirarnos al ombligo, no vemos. Este lunes termino en Pontevedra el booktour antes de que el booktour termine conmigo, me quedo a dormir en casa de alguien que conocí gracias al libro en Logroño y presento otra vez con @senhoradeprovincias en el otro @libreros_y_cronopios, donde empezó este viaje. Al final de todo esto puedo confirmar mi sospecha de que la paga del escritor es un 5% en metálico, el resto en diversos intangibles, lubinas de siete kilos, libros que complementan a tu libro, sobremesas, viajes, ideas y respuestas a mucho de lo que uno se pregunta a sí mismo cuando escribe algo.